Rubén Laina: “la gestión del monte y del fuego son imprescindibles para prevenir los incendios forestales”
20 de febrero de 2023 Gestión Forestal Sostenible
Rubén Laina es investigador y docente de la E.T.S.I. Montes, Forestal y Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid y en esta entrevista nos ofrece un análisis amplio de la situación actual de los montes, su gestión, datos e informes de referencia e instrumentos y necesidades para la prevención de incendios forestales, todo ello enfocado hacia la sensibilización de la sociedad desde el papel de las universidades.
¿Por qué están ocurriendo los incendios?
Las causas de la generación de incendios son bien conocidas gracias a la base de datos del Ministerio, la más antigua de Europa, y éstas se mantienen constantes en el tiempo. Las prácticas agropecuarias están detrás del 40% de los incendios. El 60% restante corresponde a fumadores, actividades recreativas, pirómanos, causas desconocidas, venganzas o rayos. Un análisis de más detalle nos permitiría ver que en determinadas zonas de, por ejemplo, Castellón, los rayos suponen un 20% de las causas. Durante 2022 se ha producido un número de incendios aproximadamente igual al decenio precedente. Sin embargo, se ha quemado mucha más superficie.
Si se interpretara la pregunta sobre el porqué de la extensión tan elevada de este año en relación a los 27 años precedentes habría que apuntar a la meteorología: año muy seco y muy cálido.
Los profesionales forestales y de la extinción llevan señalando mucho tiempo un gran problema estructural: la acumulación de biomasa debida al abandono rural. Lo que otros discursos califican como “montes sucios” o enmarañados. Sin enredarme en terminologías, es un hecho incontestable que las zonas agrarias tienen ahora más superficie forestal y muchas de ellas con un tapiz continuo de matorrales que suponen propagaciones más peligrosas de las que antes podrían generarse con herbáceas.
¿Cómo se consigue una buena gestión del fuego y qué instrumentos son necesarios para prevenirlos?
Empezaré señalando que celebro que esta pregunta incluya de alguna manera el paradigma de convivencia con el fuego. Y por explicar un poco esto, el incendio va a ocurrir seguro, pero existe la posibilidad de anticiparse para que no desborde al operativo, no ponga en riesgo vidas humanas y minimice el daño al medio natural.
Creo que las “Orientaciones estratégicas para la gestión de incendios forestales en España”, publicado el pasado julio de 2022 a partir de la Conferencia Sectorial de Medio Ambiente es la mejor y más amplia respuesta que he encontrado.
Por ahondar en el contenido de este documento, rescato todos los objetivos consensuados: (1) gestionar el territorio rural, (2) reducir el riesgo de incendio forestal y adaptar los ecosistemas y la sociedad, (3) incorporar los incendios forestales (IIFF) en otras políticas sectoriales estratégicas (agricultura, ganadería, urbanismo, educación), (4) adaptar los dispositivos de defensa contra incendios a los nuevos escenarios y reforzar la cooperación entre ellos, (5) más investigación, (6) más participación y más sensibilización de la sociedad y, por último, (7) la incorporación de mejoras tecnológicas.
Al menos 2 de los 6 objetivos señalados están vinculados con la gestión de la vegetación y me gustaría destacar que estos objetivos apuntan a resolver el problema estructural señalado en la primera pregunta: la acumulación de biomasa en los paisajes. Prosigo con el siguiente dato: en España hay 18 millones de hectáreas y la inversión pública forestal anual de todas las CCAA, según datos publicados por ASEMFO, no alcanza los 400 millones de euros, excluyendo la extinción. Y ahora voy a traducir esta cifra a algo más tangible: si se invirtiera todo ese presupuesto en tratamientos selvícolas preventivos exclusivamente, dejando a un lado todas las demás necesidades de los montes, se podrían tratar unas 200 mil ha. Es decir, un 1% del total. ¿Es esto suficiente? El informe apunta a nuevas fuentes de financiación de la prevención, bascular más recursos de la política agraria comunitaria hacia la ganadería extensiva en suelos forestales con leñosas o la captación de fondos de los mercados de compensación de carbono. ¿Cuánto supondría esto?
Otro aspecto que señalo en la primera pregunta es la prevención de incendios procedentes de las prácticas agropecuarias. Esto también es contemplado en el informe de Orientaciones Estratégicas y para abordarlo prescribe actuaciones en al menos 4 de los objetivos. Las actividades agropecuarias contribuyen a la vez a la reducción de biomasas, pero en la medida que no se ejecutan bien, es la mayor fuente de origen de incendios. Gestionar esto es complejo. Pongo un ejemplo. El gobierno central recientemente aprobó la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que prohibía la quema de residuos salvo en situaciones excepcionales. Algunas asociaciones agrarias y voces expertas alertaron sobre los efectos no calculados de una prohibición difícil de imponer en el territorio y que perjudicaba la viabilidad de algunas explotaciones agrarias. La prohibición se matizó, pero el problema sigue. La dificultad de elaborar normativa eficaz es elevada, y esto es un anticipo a otra de las preguntas que formuláis más adelante.
¿Qué medida, entre repoblación, regeneración, conservación o selvicultura adaptativa es más apta para mantener nuestros bosques y por qué?
Una parte del debate público entre especialistas gira entorno a dónde poner más énfasis de entre esas cuatro actuaciones. En un contexto de crecimiento de la superficie y de las masas forestales me inclino a decir de manera rápida que la selvicultura debería atraer más esfuerzos que los actuales. No obstante, la respuesta más adecuada es que estas actuaciones se deben ordenar conforme a un Plan. Un Plan debe partir de un análisis estratégico del territorio, determinar unas prioridades políticas de actuación y un presupuesto. Se podría anticipar que se debería actuar con una repoblación en zonas con poca cobertura vegetal y con alto riesgo de erosión, o en zonas de baja capacidad de regeneración afectadas por incendios, hacer restauración en zonas con dinámicas de degradación aceleradas o degradadas y selvicultura a mayor escala en todo el territorio. Ahora bien, las buenas respuestas deberían estar respaldadas por evaluaciones de la eficacia de cada una de las actuaciones en relación a los incendios: ¿se está evaluando el impacto de las políticas públicas en prevención?, ¿y en extinción?, ¿y el impacto de la existencia de una mayor o menor actividad agraria?, ¿cómo es la información sobre los indicadores de evaluación incluidos en los Planes Forestales o Planes de Prevención de Incendios?, ¿se ha evaluado alguna de estas políticas? Con estas preguntas trato se señalar lo que creo que son aspectos a mejorar.
En lo que creo que hay pocos argumentos en contra es en señalar que para ejecutar cualquiera de esas actuaciones y con mayor intensidad que la actual hacen falta más técnicos en las administraciones autonómicas, más guardería forestal, más trabajadores especializados y organizados en empresas competentes y una sociedad urbana más conocedora y comprometida con el territorio rural.
¿Qué piensa sobre el estado actual de los bosques? En su opinión, ¿qué potencial está siendo aprovechado y cuál desaprovechado?
Desde el punto de vista de gestión forestal, se puede decir que hay una insuficiencia palmaria. Los bosques que hemos heredado son el resultado de interacciones entre la naturaleza y el ser humano que han cesado en muchos casos. Este parón histórico no da lugar a una recuperación automática de una especie de paraíso primigenio original, sino que se dirige, en muchos lugares, a situaciones indeseadas como, por ejemplo, mayor gravedad de los incendios, derribos masivos por viento, colapso del crecimiento, pérdida de biodiversidad, etc.
El crecimiento de las masas forestales se está aprovechando por debajo del 40%. Es decir, hay un proceso de acumulación de biomasas que incrementa el riesgo de incendios. En este sentido, una de las reivindicaciones del sector más frecuente es hacer viables los aprovechamientos forestales que daría lugar a incrementar la capacidad de gestión, los empleos y la vida rural en general. En la medida que estamos en un escenario de crisis de materias primas, conviene trasladar a la sociedad que los bosques están creciendo, acumulando biomasa que podría tener una utilidad social en forma de madera y energía renovable, además de resinas, hongos, corcho...Hay comunidades autónomas donde sí se está produciendo ese aprovechamiento, como Galicia, pero, otras con grandes recursos forestales, como Aragón, no. El no aprovechamiento de esta posibilidad tiene dos efectos, uno la importación de productos forestales (o equivalentes de origen fósil) y otro, el abandono de la gestión y de una actividad económica en zonas rurales.
¿Qué horizonte se espera de aquí a los próximos 5-10 años en cuanto a gestión de incendios?
2022 ha podido ser, como lo fue el año 1994, un año donde se aceleren los cambios demandados inscritos en el informe de Orientaciones Estratégicas. Pero de entre las posibles tendencias en la gestión de incendios me voy a centrar en el siguiente dilema: si hasta la fecha la emergencia tiene más peso que la gestión preventiva ¿se re-equilibrarán estos aspectos? Creo que no.
¿Qué normativas pueden tomarse para legislar acorde a las necesidades de los montes?
El informe de Orientaciones Estratégicas recoge la cronología de la normativa en España, que se remonta a mediados del siglo XX. Y me parece abundante la que ya existe hoy en día. En los preámbulos de cualquier Plan Local de Prevención, el marco normativo puede ocupar más de 30 líneas. El déficit no me parece que esté en su cantidad, sino en su incumplimiento por falta de medios materiales. Por poner un ejemplo, la Ley 893/2013 de Protección Civil contra incendios forestales ya señalaba la obligatoriedad de los Planes Locales de Prevención contra Incendios en Zonas de Alto Riesgo. Estos planes tienen un retraso acumulado de casi una década en no pocos municipios. La Fiscalía de Medio Ambiente lo advirtió hace unos años con una carta a los municipios y, en los últimos 5 años se ha visto una notable aceleración en la redacción de los mismos en cuanto las comunidades autónomas han dedicado presupuesto.
En ese sentido, ¿qué papel juegan los ingenieros forestales y de montes?
Tienen un papel fundamental. Las y los egresadas/os de los grados forestal, del medio natural y el máster de ingeniería de montes son las titulaciones universitarias que ocupan muchos y destacados puestos en la administración forestal y del medio natural de las Comunidades Autónomas y son los que ejecutan lo que el mandato constitucional les otorga sobre la gestión del medio natural. En la Universidad trabajamos por un currículum académico con una sólida base de ciencia forestal para satisfacer las demandas sociales: multifuncionalidad de los montes, biodiversidad, adaptación al cambio climático, fijación de carbono, lucha contra el abandono rural, lucha contra incendios y la erosión, economía forestal, etc. Son las titulaciones universitarias con una visión más amplia e integradora del medio natural y forestal.
¿Cómo se puede concienciar a la sociedad de la importancia de la gestión forestal sostenible como aliada para combatir los incendios?
“Concienciar”, menudo reto. Hay mucha gente dándole vueltas a esto, no solo en temas forestales. No me atrevo a decir en esta entrevista cómo acceder a la conciencia de la gente, pero voy a apuntar algunas impresiones relacionadas.
Los incendios de verano son un momento donde los asuntos forestales están en los focos. Pero la actualidad me parece un “ring” muy competitivo y muy saturado. No obstante, creo que el esfuerzo que se hace en elaborar y trasladar mensajes que combinen la rigurosidad con la accesibilidad está ahí y destaco a excelentes comunicadores como Marc Castellnou, Ferrán Dalmau, Federico Gillo o sobresalientes divulgadores científicos como Javier Madrigal y Celso Coco. Con un enfoque más amplio de gestión forestal destacaría el programa de El Bosque Protector, todo un referente liderado por Luis García Esteban o la iniciativa integral que tan bien lidera, promueve y defiende Marta Corella. La lista de destacados divulgadores y comunicadores no para de crecer: Pilar Valbuena, Eduardo Rojas, Juan Picos, Sonia Roig, Genoveva Canals, Asunción Cámara, Vanesa Molina, Alfonso Sanmiguel, Ángel Roldán, Eduardo Tolosana etc.
Otra estrategia de gran impacto social me parece que es la de trabajar conjuntamente con periodistas, bien lanzando medios especializados como OSBO Digital, o bien convocando a periodistas y otros profesionales de la información de medios generalistas a seminarios temáticos. Un buen ejemplo es el reciente seminario de CILIFO (Interreg Sudoe) el pasado mes de octubre de 2022 en Andalucía sobre comunicación en incendios forestales. Me consta que los Colegios de Montes y Forestales también trabajan en esta línea.
Desde las Universidades, ¿se trabaja por sensibilizar sobre esta materia?
En las Escuelas Forestales preocupa mucho el alumnado que anualmente se matricula. La creciente preocupación por el medio ambiente no se está traduciendo en un incremento de la matriculación, incluso a pesar del pleno empleo actual. Esta alarma por las matrículas, en el caso de la Escuela de Montes, Forestales y del Medio Natural de la Politécnica de Madrid, se traduce en actividades que son de divulgación de las titulaciones y que llevan aparejada la sensibilización sobre la gestión forestal. La Escuela lleva años sacando adelante un programa de visitas de centros de enseñanza secundaria al campus, al arboreto y a la piscifactoría. Un programa que supone un gran esfuerzo, sin financiación y de carácter voluntarista. Otras iniciativas en este sentido son los talleres que se ofertan dentro de la Semana de la Ciencia en Madrid. La última edición hubo, al menos, cuatro de contenido forestal con un estilo divulgativo y accesible para el público en general.
Otro ejemplo de trabajo en sensibilización son los seminarios y webs/blogs que los proyectos europeos y otros de carácter nacional ya incorporan para la divulgación de resultados de investigación hacia las y los trabajadores, empresarios y la ciudadanía más próxima a tales investigaciones. Y también es visible las entrevistas a las que nos ofrecemos en medios de comunicación.